El Libro de Oración Común y el Fútbol
¿Qué tienen en común el Fútbol con el Libro de Oración Común de la Iglesia Anglicana? La respuesta es que ambos tienen su origen en Inglaterra. Pero hay algo más. Ya que al igual que el fútbol se juega por todo el mundo, no solo en la isla británica, el Libro de Oración Común se usa como guía de oración, leccionario y texto de catecismo por todo el orbe. Y aprovechando que aun siguen frescas las emociones de la Copa Mundial del 2022 y que dejó como campeona a Argentina, permíteme compartirte porque creo que usar el Libro de Oración Común es tan importante para los anglicanos, o para cualquier cristiano, como lo son los hinchas para la selección argentina, o para el fútbol.
Los que tuvimos la suerte de ver el partido (yo vi la primer parte, la segunda, la extra y el final me la contaba mi hijo por teléfono mientras manejaba por dos horas para llegar a la iglesia adonde lidero alabanza comunal una o dos veces al mes) fuimos testigos de la fuerza de la hinchada argentina. “Hincha” es definido por el diccionario de la RAE como un “Partidario entusiasta de alguien o algo, especialmente de un equipo deportivo”. Un hincha es más que un fanático. A un fanático le gusta el deporte, pero para un hincha, sin importar su nacionalidad, el juego solo es el medio, es el hecho de ser “partidiario” (parte) de una causa común, es tener un sueño que perseguir, es luchar hombro a hombro junto a los once de la cancha.
Soy nuevo caminando en “la Senda Anglicana”. Por años he recibido la influencia de académicos y salmistas de origen anglicano. Creo que la mayoría de evangélicos en América Latina han sido influenciados, sin saberlo o reconocerlo, por el anglicanismo. Así que, como buen “anglicano” que quiero ser, me estoy auto-enseñando a usar el Libro de Oración Común y ha sido como descubrir un tesoro enterrado y te digo por qué.
La necesidad de una disciplina de oración.
C. S. Lewis, el reconocido escritor de Las Crónicas de Narnia, y quien antes de ser cristiano fue ateo, escribió una carta a su amigo católico, el padre Giovanni Calabria diciéndole: “Estoy tratando de escribir un libro sobre oraciones privadas para uso de los laicos, especialmente para aquellos que se han convertido recientemente a la fe cristiana y hasta ahora no tienen algún hábito sostenido y regular de oración”. Sin lugar a duda todos los creyentes necesitamos tener un “hábito sostenido y regular de oración”, y es ahí donde el Libro de Oración Común nos ayuda a desarrollarlo.
Debo admitir que lamento no haber tenido antes alguien que me enseñara las bondades del Libro de Oración Común y los beneficios de usarlo.
Y es que no pretendo hacer un caso de defensa o promoción del Libro de Oración Común. No lo necesita de mi parte, es un libro con mucho peso y valor teológico y espiritual, su primera publicación data desde 1549. Reconocidos pastores, teólogos, maestros, líderes, políticos, activistas, artistas lo han usado diariamente. Por supuesto que también tiene sus detractores. Pero, si nos consideramos discípulos de Jesús necesitamos practicar disciplinas espirituales, en especial la de oración. Jesús nació y vivió como judío, iba al templo y celebraba las fiestas judías y su liturgia desde niño, aprendió a orar como judío, él mismo tenía una disciplina de oración, debemos imitar a nuestro Maestro, necesitamos el hábito y orden para orar.
Mi experiencia personal de oración.
Como evangélico siempre fui instruido a llevar una vida de oración personal, pero nunca me enseñaron cómo hacerlo habitual y ordenadamente, más allá de oraciones espontáneas no había una guía o un orden. Por el trasfondo anti-católico de la denominación de la que éramos miembros orar el Padre Nuestro era visto como un acto de “religiosidad”, un “vano repetir de palabras”. La mayoría de veces las reuniones de oración eran más ‘reuniones de petición’ enfocadas en pedir por las necesidades personales, algunas veces materialistas, de los asistentes. Y si la petición de alguien no era contestada era normal que la persona dejara de asistir a las reuniones, algo así como dejar de apoyar a tu equipo cuando pierde. Aun hoy día, en mi país, como en otros países de Latinoamérica, se siguen rechazando valiosas prácticas espirituales solo por haber sido practicadas antes de la Reforma Protestante liderada por Lutero.
“Oro porque la necesidad fluye en mí todo el tiempo, despierto y dormido. (La oración) No cambia a Dios, me cambia a mí”.
- C. S. Lewis
Así que, cuarenta años después, el Libro de Oración Común se ha convertido en un recurso muy valioso para mi disciplina de oración personal. Desde que comprendí el propósito para el cual fue implementado ha estado guiando mi oración matutina y vespertina, y la oración, como escribió C.S. Lewis “...No cambia a Dios, me cambia a mí”. Y yo quiero ser formado a la imagen de Cristo por el bien de los demás, quiero ser cambiado. Quiero reflejar a mi Maestro cuando trato a los otros.
Pero hay algo más que me motiva a orar usando el Libro de Oración Común: es que cuando lo hago tengo la certeza de ser parte de algo mucho más grande y hermoso. Orar junto a otros discípulos en diferentes lugares del mundo, leyendo los mismos salmos y lecturas de la Biblia, cantando el Gloria Patri, orando las mismas colectas, recitando el Credo, orando el Padre Nuestro. Orar el Libro de Oración Común me hace sentir parte de un pueblo, de una causa. No solo me uno a orar hoy, me uno a los que oraron antes de mí y los que van a orar después de mí. Por ello es ‘común’, porque se hace de manera comunal y no individual. Aunque lo haga solo en mi escritorio o en una casa de retiro, me estoy uniendo en una oración común con otros seguidores de Jesús. Creamos un ciclo ininterrumpido de oración, de gente cambiando y por consiguiente, cambiando al mundo.
La importancia y riqueza del Libro de Oración Común radica precisamente en que es un libro de uso -comunal-, de ahí su nombre, supongo, para uso de todos y no solo del clero. Y es aquí donde retomo la Copa Mundial de Fútbol como ilustración. El “Mundial”, como la mayoría de latinoamericanos lo conocemos, es una competición entre los mejores treinta y dos países de todos los continentes. Entre esas selecciones hay algunas que tienen una hinchada, o seguidores, muy apasionados e incondicionales. En el partido final que definiría al Campeón vimos como minuto a minuto, dentro y fuera del estadio, desde sus casas o lugares remotos
del mundo, los hinchas de Argentina se unían con cánticos y porras para expresar su amor, ánimo, júbilo o lamento a su equipo. Vestidos con sus “casacas” albicelestes, hombres y mujeres, chicos y grandes, ricos y pobres, unidos en una voz coreaban esos cantos ‘comunes’, aprendidos desde muy temprano en la vida y que se han convertido en la “liturgia sacra” para un hincha argentino. El peor de los castigos que se le puede imponer a una selección no es una multa monetaria, sino, jugar a “puerta cerrada”, sin las “oraciones comunes” de la hinchada sonando a todo pulmón.
Y es que esos cánticos y expresiones cantadas al son del bombo y del corazón, más que alentar a sus jugadores, fortalecen su identidad como pueblo, al ser parte de una causa común. Lo mismo hace el Libro de Oración Común cuando lo usamos: nos une en una causa común, lejos del individualismo, porque al final, la Iglesia es un Cuerpo con muchos miembros, no un miembro con muchos cuerpos.
Quizás comparar los cánticos de la hinchada argentina con el Libro de Oración Común puede parecer banal pero, nos da una idea clara del poder de las acciones comunales. Las porras solo son un medio de expresión de la hinchada. Ser hincha es mucho más que ser un simple espectador. El espectador solo mira de lejos, no le importa si el equipo gana o pierde, no sufre las jugadas, no grita los goles, no llora las derrotas o baila las victorias. Yo no quiero solo ser un espectador, yo quiero ser parte de la causa. Y si cantar “vamos, vamos Argentina” (o “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”) me hace identificarme como parte de la causa, del ideal común ¿Cuánto más nos identificamos como parte de la causa de Cristo al unirnos en oración, con hermanos y hermanos alrededor del mundo, que oran “Venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”
“Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amen”.
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Will Flores es esposo de GIlma y padre de tres jóvenes adultos. Ea diseñador grafico y productor audiovisual. Sirvió como director de alabanza por más de 30 años en El Salvador. Actualmente es miembro de la diáspora salvadoreña y está plantando una iglesia en la ciudad de Porterville, CA desde 2017.